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las manos. ¡Espíritu de Tiny Tim, tu infantil esencia procedía de Dios!
«Espectro», dijo Scrooge, «presiento que ha llegado el momento de separarnos. No se cómo, pero lo sé.
Dime quién era el hómbre muerto que vimos».
El Fantasma de la Navidad del Futuro, igual que en anterior ocasión, le trasladó -aunque pensó que eran
otros tiempos pues no parecía existir un orden en las últimas visiones, si bien todas se desarrollaban en el
futuro- a los lugars frecuentados por los hombres de negocios, pero a él no se le vela por ninguna parte.
Además, el espíritu no se detenía sino que seguía directamente, como si se encaminara a una meta ahora
deseada, hasta que Scrooge le rogó que se detuviera unos instantes.
«En este patios, dijo Scrooge, «que estamos atravesando rápidamente es donde tengo mi despacho y ahí he
trabajado durante largo tiempo. Estoy viendo la casa. Déjame contemplar cómo estaré en el futuro».
El espíritu se detuvo pero la mano señalaba a otra parte.
«La casa está por allá», exclamó Scrooge. «¿Por qué señalas a otro lado?»
El dedo inexorable no cambió.
Scrooge se precipitó hacia la ventana de su oficina y miró el interior. Seguía siendo una oficina, pero no la
suya. Los muebles no eran lo s mismos y el personaje sentado no era él. El fantasma seguía señalando la misma
dirección.
Scrooge se volvió a unir a él y, deseando saber por qué razón y a dónde iban, le acompañó hasta una verja.
Antes de entrar se detuvo un momento para mirat a su alrededor.
Un cementerio parroquial. Así pues, aquí yacía bajo tierra el desdichado hombre cuyo nombre iba a conocer
ahora. ¡El sitio merecía la pena! Emparedado entre edificios, cu bierto de yerbajos -vegetación de la muerte, no
de la vida-, demasiado atiborrado de enterramientos, inflado de voraci dad satisfecha. ¡Bonito lugar!
El espíritu se detuvo entre las rumbas y señaló una. Scrooge avanzó hacia ella temblando. El fantasma estaba
exactamente igual que antes, pero Scrooge tenía miedo de ver una nueva significación en su solemne forma.
«Antes de que siga acercándome a esa losa que señalass, dijo Scrooge, «respóndeme a una pregunta. ¿Son las
imágenes de cosas que van a suceder o solamente imágenes de co sas que podrían suceder? »
Pero el fantasma señalaba, con el dedo hacia abajo, la rumba que tenía delante.
«El rumbo de la vida de un hombre presagia cierto final que se producirá si el hombre perseverax, dijo
Scrooge. «Pero si se modifica el rumbo, el final cambiará. ¡Dime que eso es lo que me estás enseñando!»
El espíritu permaneció tan incomovible como siempre.
Tembloroso, Scrooge se arrastró hacia él y, siguiendo la indicación del dedo, leyó en la losa de la abandonada
rumba su propio nombre, EBENEZER SCROOGE.
«¿Soy yo el hombre que yace en la cama?», gritó arrodillado.
El dedo le señaló a él y otra vez a la tumba.
«¡No, espíritu! ¡No, no, no!»
Allí continuaba el dedo.
«¡Espíritu!', gritó agarrándose con fuerza al manto, «¡escúchame! Ya no soy como antes. Gracias a este
encuentro ya no seré el mismo que antes. ¿Por qué me muestras todo esto si ya no hay esperanza para mí»
Por vez primera la mano pareció vacilar.
« ¡Espíritu bueno! », continuó diciendo postrado en el suelo. «Tu benevolencia intercede en mi favor y me
compadece. ¡Dime que todavía puedo modificar las imágenes que me has mostrado si cambio de vida! »
La mano benéfica temblaba.
«Haré honor a la Navidad en mi corazón y procuraré mantener su espíritu a lo largo de todo el año. Viviré en
el Pasado, el Presente y el Futuro; los espíritus de los tres me darán fuerza interior y no olvidaré sus enseñanzas.
¡Ay! ¡Dime que podré borrar la inscripción de esta losa»
En su agonía, se agarró a la mano espectral. La mano trató de soltarse pero Scrooge la retuvo con fuerza
implorante. El espíritu, aún con mayor fuerza, le rechazó.
Alzando sus manos en una postrer súplica para cambiar su destino, Scrooge vio una alteración en la capucha
y túnica del fantasma, que se encogió, se desmoronó y se convirtió en la columna de una cama.
QUINTA ESTROFA
DESENLA CE FINAL
¡Sí!, y la columna era suya, de su propia cama, y suya era la habitación. ¡Pero lo mejor de todo es que el
tiempo que le quedaba por delante era su propio tiempo y podía en mendarse!
Mientras gateaba para salir de la cama, Scrooge repetía «Viviré en el Pasado, el Presente y el Futuro. Los tres
espíritus del tiempo me ayudarán. ¡Oh, Jacob Marley! El Cielo y las Navidades sean loados! ¡Lo digo de rodillas,
viejo Jacob, de rodillas! »
Estaba tan alterado y tan acalorado con sus buenos propósitos que su quebrada voz apenas le salía. Durante
un conflicto con el espíritu había sollozado violentamente y su rostro aún seguía humedecido por las lágrimas.
«¡No las han arrancado! », exclamó Scrooge acunando en los brazos una de las coronas de su cama, «¡no las
han arrancado con anillas y todo. Están aquí; yo estoy aquí y se disiparán las sombras de las cosas que podrían
haber sucedido. Sí, se desvanecerán, lo sé!»
Todo este tiempo tenía las manos ocupadas en hurgar sus ropas, volviéndolas al revés, poniendo lo de arriba
para abajo, arrancándolas, poniéndoselas mal y haciendo con ellas toda clase de extravagancias.
«¡No sé qué hacer!., decía Scrooge llorando y riendo al mismo tiempo, y haciendo con sus calzas una perfecta
representación de Laoconte. «Me siento tan ligero como una pluma, tan feliz como un ángel, tan conrento
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